sábado, 30 de noviembre de 2024

EL VALLE DE LA MUERTE (Ralph Adams Cram, 1895. Con la colaboración de José Luis Moreno-Ruiz, traductor)

 

Benito Arias

 

   La curiosidad por un cuento alabado por Lovecraft y emparentado con "Los sauces" de Blackwood y  "El color que cayó del espacio" del propio Lovecraft (uno de sus mejores relatos), me llevó a este Diógenes de la editorial Valdemar. Desgraciadamente, todo el volumen está traducido por José Luis Moreno-Ruiz, de quien tenía entendido no cabe fiarse un pelo, como enseguida paso a relatar. Pero antes destaquemos el valor en sí del relato de Ralph Adams Cram, bueno y contenido al crear la atmósfera sobrenatural, y sobre todo por ese carácter anticipador del horror en la naturaleza que los autores posteriores han explotado de mejor manera, pero claro está, siempre y cuando se lo lea en una versión apropiada.

   Es un episodio sabido que la editorial Valdemar tuvo que retirar del mercado la traducción de Nuevos cuentos de los Mitos de Cthulhu, la antología que compiló Ramsey Campbell y aparecida en la colección Gótica, para sustituir la infiel traducción de José Luis Moreno-Ruiz por otra más ajustada al original. Los inventos del traductor fueron tan evidentes, por ejemplo en el relato de T.E.D Klein, que las quejas de los lectores llegaron a los editores y estos tuvieron que reconocer que los había engañado. El propio traductor se justificó con mucho cinismo aduciendo que a él le pagaban al peso y que por tanto traducía también "al peso". Toda esta historia se la puede seguir con detalle y ejemplos en el blog Disportancia.

   Al leer el relato de Ralph Adams Cram he recordado esta circunstancia ya pasada, y me he visto obligado a preguntarme si este traductor procedía siempre como un co-autor en sus traducciones o si el anterior caso fue un acto de despecho contra la editorial. He revisado algunos de sus trabajos, desde la primera novela de 1980 (El estafador y sus disfraces, de Herman Melville, para la editorial Legasa) hasta algunas aparecidas en Valdemar (que ha acogido buena parte de su labor) y las conclusiones son inequívocas.

   Empezando por "El Valle de la Muerte", diría que no leemos el relato de Ralph Adams Cram en otra lengua, sino un híbrido donde la mano del traductor inventa, malinterpreta y sobre todo añade gran cantidad de líneas a fin de aumentar el número de páginas a cobrar. Aproximandamente una página y media del total del cuento (19 páginas) es aportación original del traductor. Cabe especular si este procedimiento está encaminado sólo a cobrar más, como dijo él mismo, o si hay añadido un acto de venganza, porque con un poco más de atención hubiera acabado un trabajo digno, si hubiera eliminado las reiteraciones y verbosidades que estropean el estilo contenido del autor. Y cabe preguntárselo por el desprestigio que le supuso su mala praxis: la propia editorial Valdemar, de hecho, dejó de encargarle nada y aunque se los pagó ya no llegó a publicar un par de traducciones que les había entregado, años antes de morir en 2021. Para salir de dudas hay que revisar más traducciones.

   "El Valle de la Muerte", empecemos por aquí, incluye, además de los habituales añadidos, dos errores importantes de traducción que sólo pueden ser achacados al descuido y la negligencia, si no a la simple y llana ineptitud, uno cuando malinterpreta el momento de atracción por el perrito que quieren comprar los adolescentes en una escena tipo Heidi, con los tres triscando por el campo, y otra cuando convierte a los protagonistas en cazadores de jabalíes cuando en realidad están practicando tiro a jabalíes, sí, pero de cartón. Si se quiere leer una interpretación más fiel al original, cabe hacerlo en la web de El espejo gótico.

   Al revisar el historial de este traductor tan inventivo hay que remontarse a su edición de Melville y compararla con la nueva de Montesinos (de la que hay adelanto editorial en Zenda), y sobre todo con el original. Hecho esto, sólo cabe concluir que José Luis Moreno-Ruiz no tenía grandes conocimientos del inglés, pero lo que desconocía se lo inventaba tan alegremente que sorprende cómo ha podido trabajar tantos años para una editorial cualquiera, y sobre todo para una como Valdemar.

   Me preocupan especialmente sus aportaciones a esta última, una de mis favoritas, porque precisamente su sombra es alargada. Más de una decena de volúmenes de la colección Gótica ha sido traducida total o parcialmente por José Luis Moreno-Ruiz antes de ser expulsado con deshonor de la editorial. Esos volúmenes (los dos de Robert Bloch, el de Seabury Quinn, Sanguinarius, el de Washington Irving y otros), que ocasionalmente se han reeditado en El Club Diógenes, se añaden a otros encargados expresamente para la colección de bolsillo: Chesterton, Stevenson, Walter Scott y muchos otros. He llevado a cabo algunas calas comparando con los originales y con otras traducciones del mercado, y estas son mis apreciaciones:

   Del volumen Sanguinarius he ido al inicio del relato "El misterio de Ken", original de Julian Hawthorne, para compararlo con el que nos dio Albert Solé en la primera salida de la antología Vamps (Valdemar, 1991), que es muy fiel al original, como suele ocurrir con las buenas traducciones, y bueno, he tenido que dejarlo en seguida, harto de las intercalaciones inventadas (que el personaje escribía "aunque con cierto descuido" o que no le sorprendió "a él mismo" que se fuera a viajar por Europa...), cuando no de los peores errores (al confundir salir de viaje con volver).

   Del volumen de Seabury Quinn (Las cámaras del horror de Jules de Grandin, Valdemar Gótica, 2004) me ha bastado con la primera línea del primer cuento:

    "Tiens, Friend Trowbridge, you work late tonight" [Seabury Quinn], que se transforma en "Tiens, amigo Trowbridge; trabajó usted anoche hasta muy tarde." [Tr. José Luis Moreno]

   En el caso de sus aportaciones al volumen Los archivos del doctor Hesselius también para Valdemar Gótica (2002), la historia se complica. La traducción no suena tan florida ni inventiva, como terminan quedando las anteriores (al cabo, el estilo del traductor emparenta a autores diversos con puntualizaciones innecesarias y apreciaciones extravagantes). Lo que ocurre es,  sin embargo, más grave. En este caso, José Luis Moreno-Ruiz parece seguir no el original de Le Fanu sino otra traducción aparecida en 1996 en la editorial Edicomunicación, una mediocre versión de Albert Laurent. Creo que esto se puede demostrar siguiendo línea a línea ambas versiones y comparándolas con el original inglés, porque Laurent también es peculiar en su forma de traducir y a menudo cambia el orden de las frase, lo que curiosamente se replica en la versión de Moreno-Ruiz, quien por su parte tampoco nos ahorra sus habituales florilegios. La prueba definitiva que me lleva a esta acusación es que, como alumnos que copian en un examen, se equivocan en los mismos lugares. Por ejemplo en el inicio del relato "El juez Harbottle":

   "Thirty years ago, an elderly man, to whom I paid quarterly a small annuity charged on some property of mine ... No better authority could be imagined for a ghost story. He told me one, though with a manifest reluctance." [Le Fanu]

   "Hace treinta años, un anciano de quien yo recibía cada semestre una pequeña renta en concepto de alquiler de una de mis propiedades ... Nadie podía ser considerado mejor autoridad con respecto a una historia de fantasmas. Pese a mi desagrado manifiesto, me relató uno de esos episodios."  [Tr. Alberto Laurent]

   "Hace treinta años, un hombre de edad, del que cobraba yo una pequeña suma semestral por el alquiler de una propiedad ... Nadie mejor que él, por lo demás, para dar cuenta de una veraz historia de fantasmas, asunto en el que era una autoridad, muy a su pesar. No obstante haberle mostrado yo cierto desagrado ante lo que pretendía, me relató un episodio fantasmagórico que vivió de cerca." [Tr. José Luis Moreno].

   Obsérvese la diferencia en extensión de la traducción de José Luis Moreno-Ruiz con respecto al original, y repárese en que la renta la paga el narrador al anciano, trimestralmente y no semestralmente, y que el desagrado ante la historia es del anciano, no del juez, a diferencia de como lo expresan ambas traducciones, y a diferencia de como lo resuelve una mejor versión, la que apareció en la Biblioteca del Terror, de la Editorial Forum:

   "Hace de esto treinta años, un anciano a quien yo entregaba todos los trimestres una pequeña renta ...  No se puede esperar un narrador más digno para una historia de fantasmas. Me refirió una, aunque con un rechazo evidente."  [Tr. Cristina Campo]

   No he profundizado más. Creo que se puede concluir que ninguna traducción firmada por José Luis Moreno-Ruiz es fiable, ya que presumiblemente estará llena de errores y de intercalados de su cosecha. Y ahora me pregunto, ¿en qué posición deja esta mancha a la editorial que acogió tantas traiciones de su mano? ¿Y en qué estado de ánimo va a seguir alguien coleccionando esos ejemplares tan preciados de la colección Gótica o El Club Diógenes?

viernes, 28 de junio de 2024

WAHT IS ANYTHING? Memoirs of a Life in Lovecraft (S. T. Joshi, 2023)

 

 

Benito Arias

   Si alguien siente alguna curiosidad por saber cómo es "una vida en Lovecraft", esto es, una vida de erudición consagrada a la figura de H. P. Lovecraft, puede consultar o leer estas memorias del muy productivo S. T. Joshi (nacido en 1958), de origen hindú pero criado y nacionalizado estadounidense. Se trata de un estudioso mundialmente reconocido por sus trabajos en el terreno de la weird fiction, siendo "weird" un vocablo que se atribuye a la propia obra de Lovecraft y a la literatura fantástica más o menos emparentada con él. Hoy se habla al menos en parte de "new weird" para calificar a las variantes que añaden ingredientes de fantasía o de ciencia ficción al conocido como "horror cósmico" lovecraftiano, u "horror material" porque el efecto terrorífico está ligado a deidades y monstruosidades que causan un indecible espanto ("indecible" o "inexpresable" -unutterable- es un término muy querido por ambos, Lovecraft y Joshi). Lovecraft continúa (y banaliza) la corriente iniciada con Poe y se desmarca del fantástico atmosférico que encontramos en la "ghost story" británica, o en la literatura extraña o surrealista de otros autores más inclinados a inquietar que a horrorizar. Los modelos de Lovecraft son Poe, Arthur Machen, Algernon Blackwood y algo de Lord Dunsany para su vertiente onírica; por otro lado, los autores más o menos emparentados con Lovecraft serán sus contemporáneos Robert E. Howard, Clark Ashton Smith (con ellos hay una especie de simbiosis en un trío con características comunes y propias al mismo tiempo) y, más cerca de nuestros días, Ramsey Campbell (en hiperbólica opinión de S. T., nada menos que el mejor autor vivo del género "y tal vez de la historia") y Thomas Ligotti. La legión de imitadores queda atestiguada por la cantidad de antologías inspiradas en los llamados Mitos de Cthulhu, a menudo de calidad ínfima.

   Pues bien, en resumidas cuentas, éste es el campo de S. T. Joshi, ya que su vida como tal tiene pocas aventuras, si quitamos la vez en que se llevó un libro de una biblioteca para fotocopiarlo a escondidas, o aquella otra en que se aprovechó de una máquina en mal estado para sacar montones de copias de microfilms a bajo precio. Tras pasar por la universidad, donde a medida que se especializa en lenguas clásicas descubre a H. P., llegará un momento en que deba elegir entre la vida del profesor universitario o la del erudito freelance. Se decide por esto último y empieza a dar tumbos por todas y cada una de las bibliotecas que en su país tienen cartas, manuscritos u obras originales e inencontrables de Lovecraft, cómo no, pero también de Ambrose Bierce y otros autores que le interesan especialmente, como H. L. Mencken y hasta Robert Aickman (del que llega a teclear a partir del manuscrito una novela inédita, Go Back at Once, que no logra editar). La cantidad de papeles que confiesa haber consultado es impresionante, en el caso de Lovecraft se le debe como es notorio la edición cotejada con los manuscritos de todos sus relatos, poemas, ensayos y especialmente su correspondencia (ingente), y a esto hay que sumar bibliografías de bastantes autores, ediciones recopilatorias de crítica sobre Lovecraft y otros, revistas, actas de congresos... En fin, a su entender son unos 400 libros, teniendo en cuenta que suele editar y reeditar muchas veces lo mismo y que considera libro propio cualquier cosa que haya sido editada por él (si prepara un libro de un autor olvidado, y lo reedita incluso sin prólogo ni notas, ya es un libro de S. T. Joshi a estos efectos), y en parte tiene derecho, cómo no.

   La portada de las memorias no es muy afortunada, y predispone a considerar la vida a la que se refiere en tonos más bien grises y oscuros. Esa impresión es correcta. Sus polémicas, en las que no profundiza, resultan algo vacuas, y como humano muy humano parece no haber ofensa que olvide, ni elogio que le parezca suficiente. Un problema es que, siendo crítico, a menudo cambia de opinión, algo más que normal (lo que no se entiende es que Aickman cada vez le interese menos, pero Campbell cada vez más, como ejemplo de estos cambios de opinión). No ha cambiado la idolatría de Su Autor, al que siempre defenderá con pluma y espada. La polémica con el buen Charles Baxter sobre la calidad literaria de H. P. es digna de rastreo, no se dan muchas pistas en las memorias, pero en la Red está todo. Tampoco aceptará obviamente las exageradas críticas de Edmund Wilson en los años '40, que seguramente influyeron en la travesía por el desierto por la que hubo de cruzar Lovecraft hasta los años '80, pero aunque no le encargan a él la edición, sí son sus textos lo que llegarán ya a inicios de este siglo al volumen de Library of America (un único volumen de relatos a cargo de Peter Straub, pero guiado por S. T. en la sombra), un hecho que supone la aceptación del autor dentro del corpus de las letras americanas. Sin duda, si alguien ha hecho méritos para esta aceptación del valor literario de Lovecraft ha sido este estudioso, que lo sabe todo de Su Autor, y lo ha sacado del ghetto con sus ediciones en Penguin Classics.

   Estas memorias no tienen demasiadas virtudes literarias, y el propio S T. reconoce que no es buen escritor, aunque publique alguna novela de detectives que otra. El estilo, en efecto, es periodístico y plano, lo que cuenta es a menudo aburrido y repetitivo, sólo apto para fantáticos de estos temas, interesados en saber cuántas ediciones ha preparado para Penguin o qué autores ha rescatado para Hippocampus o Centipede Press. Pura adrenalina.

   Cuando ocasionalmente se sale de Su Tema, nos habla de interpretación musical (es violinista, cantante y compositor, aunque le gusta mucho Corelli), así como de sus dos esposas o de sus gatos; pero tampoco transmite mucha pasión en estos campos, bueno tal vez sí por la música y bastante por los gatos. Por lo demás, conoce a medio mundo en el género, pero no nos deja ni una anécdota que recordar (sólo cuando se refiere a la muerte de Wilum Pugmire deja un atisbo de emoción en el par de párrafos que le otorga); los congresos y convenciones son mediocres aunque el tema sea lo fantástico (lo más animado en este caso será una pelea alrededor del sempiterno tema del racismo en Lovecraft y algún intento de cancelación del que logra defenderlo con gran eficacia). En cuanto al trabajo fundamental de Joshi, que es encontrar, leer y sobre todo copiar manuscritos y libros para sus reediciones (decenas de volúmenes de Ambrose Bierce o H. L. Mencken en autoediciones vía Amazon, por ejemplo) no transmiten la pasión del coleccionista, porque se revela en todo momento como un erudito, no un bibliófilo, y a veces ni siquiera parece un apasionado del género. Se diría que practica el arte de leer de corrido y como quien rema en galeras cientos y miles de páginas para seleccionar algo que poder editar con su nombre o algo que resumir en sus múltiples panoramas históricos o en esas monografías que redacta en unos pocos meses.

   En el Epílogo, como reconocido narcisista que es, se pregunta qué quedará de él en la Historia, y concluye que las ediciones corregidas y su enorme biografía de Lovecraft, su historia del género de terror, su historia del ateísmo y las ediciones de Bierce, Dunsany y demás autores weird. Estas memorias no creo que lleguen a tan selecto grupo.

domingo, 19 de mayo de 2024

LA ERA DEL FUTURO DEGRADADO (Mark Samuels, 2020)

 


Benito Arias

   Es difícil olvidar los relatos de Mark Samuels (Londres, 1967-2023). Su primera aparición en castellano antes del volumen de Valdemar recién editado en este año de 2024, creo que fue en una antología de una editorial que sólo vendía sus libros en formato electrónico: Fata Libelli. Una pena que dejara de existir, porque sacaba muy buenos libros del llamado New Weird, entre ellos la antología Sui generis con tres relatos de Reggie Oliver, Mark Samuels y Quentin S. Crisp. El de Samuels, titulado "THYXXOLQU" me pareció en su día el mejor. En la antología que ahora comentamos, un "Best Of" seleccionado por el autor, también se halla el relato impronunciable, junto con otros 16 en la última apuesta de la prestigiosa Gótica, donde el autor iba a compartir con Ligotti o Barker el privilegio de ser uno de los muy escasos autores vivos con un volumen completo en ella. Pero la suerte tenía otros planes y Mark Samuels falleció en diciembre de 2023, sin haberlo visto siquiera. Esta edición no puede superar pero sí competir en calidad de edición con algunos de sus otros libros, editados a menudo en ediciones pequeñas, lujosas y muy caras. Ahora, no hay que sorprenderse, está todo agotado y lo poco que circula lo hace a precios prohibitivos. Pero Samuels alternaba esas elitistas publicaciones de Tartarus Press (The White Hands and Other Weird Tales, 2003, tirada de 350 ejemplares) o PS (Glyphotec and Other Macabre Processes, 2008, tirada de 100 ejemplares) o las actuales reediciones de Zendaya, con relatos en numerosas antologías populares del tipo "Black Book of Horror" y otras del estilo. En los últimos años empezó a aparecer en Hippocampus Press, por ejemplo con el original de esta antología que comentamos (editada en 2020), y también en los dos primeros números de la revista Penumbra. Pero en los años previos, y después de un intento de financiarse a través de una web de patrocinio, empezó a autopublicarse sus propios libros bajo el sello Ulymas Press, a través de Amazon. Así cabía conseguir hasta hace poco su Glyphotec en una edición revisada y ampliada. Lo único aún vivo y a precio asequible es su última novela, With-Cult Abbey (Hippocampus Press, 2021).

   Para conocer algo más de la trayectoria vital de este autor cabe recurrir a una graciosa entrevista que le hace Quentin S. Crisp con ocasión de la aparición de su libro Written in Darkness (2014), o la que le hizo Matt Cardin en 2006; pero sobre todo es recomendable una biografía anónima, dentro de un volumen de homenaje que le montan sus amigos y colegas: Marked to Die. A Tribute to Mark Samuels. Edited by Justin Isis (2016), en el capítulo titulado "About Mark Samuels" que sólo ha podido ser escrito por él, y donde nos informa con gracia de sus múltiples trabajos y penurias, la sucesión de sus libros y, dato importante, que es católico, romano y muy creyente. Reuniendo información de aquí y de allí, están muy claros sus intereses e influencias literarias: Poe, M. R. James, Machen o Lovecraft entre los clásicos; pero también otras menos evidentes, como J. K. Huysmans, M P. Shiel o el polaco Stefan Grabinski, al que llegó a traducir, y con el que le complacía al parecer compartir catálogo en la colección Gótica. El autor del prólogo de la antología que comentamos, el prestigioso crítico Michael Dirda, que no desdeña la literatura de género, va sembrando aquí y allí otras referencias y complicidades en su erudito prólogo, no exento de genuina admiración. Pero el propio Samuels reconoce ser "a devotee of the weird fiction of Thomas Ligotti", con el que ha mantenido una cierta amistad por correspondencia, y el americano ha llegado incluso a orientar algunas de sus obras con consejos que el londinense ha aceptado (para el relato "Vrolyck", uno de los mejores de la compilación), según reconoce ante Quentin S. Crisp. Como muestra de esta relación cabe destacar la dedicatoria del ejemplar que envió a Ligotti de su primera colección de relatos, The White Hands:

   Pues bien, para mí, Mark Samuels está casi siempre al nivel del mejor Ligotti, pero claro, el americano me resulta algo pesado y deprimente salvo en algunas ocasiones, cuando se revela como un autor singular y excepcional; Samuels, sin embargo, aun con toda su atmósfera metafísica y condenada al pesimismo, mantiene una ligereza de fondo que conlleva una especie de aceptación de la condena, en sintonía con el católico convencido que él es, una deriva kafkiana que arranca incluso alguna sonrisa. Pensemos en esa reencarnación de Lovecraft en un escritor mejicano de tres al cuarto ("Un caballero de México") o en los relatos que debajo del infierno (al que ineludiblemente conducen todas o casi todas las tramas) destacan un éxtasis más allá de la apariencia y el horror. También hay elementos de ciencia ficción en sus mejores historias ("Vrolyck", "El moho negro", "La niebla carmesí") y numerosos aficionados que investigan alguna aparición del otro lado a la vez que relacionan los sucesos con Machen, Shiel o Twilight Zone. Esa metaliteratura que también encontramos en T. E. D. Klein, por ejemplo, parece sugerir que la realidad, o mejor, lo que hay debajo de lo que ocurre, se puede leer con las referencias de la literatura fantástica, porque la realidad es, de suyo, fantástica. 

   Este libro es una maravillosa sorpresa (muy bien traducido, por cierto, por Lorenzo Díaz) del que es mejor no saber mucho antes de sumergirse en él. Los libros de Samuels sólo puede seguir creciendo con el paso de los años, y ello por dos razones: la originalidad de las tramas y la precisión de un estilo literario que recuerda en ocasiones a uno de los maestros reconocidos del New Weird, Jorge Luis Borges, con la fortuna de haber pasado por una lengua intermedia.

sábado, 10 de febrero de 2024

FRANNY Y ZOOEY (J. D. Salinger, 1961)

 


 Benito Arias

   Este libro de J. D. Salinger parece una reunión de dos relatos pero es una novela corta con dos escenas relacionadas a través de los personajes, el primero es Franny Glass, una de las hermanas de la familia Glass, a la que pertenece igualmente su hermano Zooey Glass, el segundo en el título, así como Seymour Glass, de amplia presencia en la obra de Salinger. Pero aunque Seymour es el personaje más desarrollado por su creador (también indirectamente en esta novela), en Franny y Zooey va a centrarse en los hermanos menores de la numerosa familia de niños prodigio.

   Franny y Zooey se publicó en 1961, creo que su primera traducción al español es la de Pilar Giralt para Bruguera, un libro que compré en librería de segunda mano a mediados de los 80 del siglo pasado, y lo hice sin muchos datos, ya que los libros de este autor nunca han recogido información ni presentaciones, y yo sólo lo había oído nombrar. Supongo que estaría barato, o tal vez me gustaron sus primera líneas, puede que las dos cosas. El caso es que lo leí directamente ese mismo día y luego una segunda vez, ya completamente convertido a la religión salingeriana, un par de meses después, y por fin una tercera al año siguiente. Empezar a leer a Salinger a cierta edad es como llegar a la Luna, todo un éxtasis, y eso que esta es la novela menos reconocida de su producción; por lo general, todo el mundo empieza por El guardíán entre el centeno (1951), y los más selectos por los Nueve Cuentos (1953), la obra para iniciados y conocedores es Levantad carpinteros la viga maestra (1955), y las menos leídas y apreciadas Seymour, una introducción (1959) y, obviamente, Hapworth 16, 1924 (1965). Para mí, aun habiendo leído todo lo suyo varias veces, Salinger es y será siempre el autor de esta novelita, porque fue la primera, porque despierta tormentas emocionales muy positivas y deja buen cuerpo, porque técnicamente es consciente de sus defectos y también de sus maravillosos aciertos, porque se bebe más que se lee, y porque tiene todo el peligro y la fascinación de las obras únicas llamadas a cambiar el estilo de los escritores cachorros, como lo ha venido haciendo en Estados Unidos desde mediados del siglo pasado y hasta hoy. 

   Sin embargo, hubo un tiempo en que el idilio se interrumpió con la cuarta relectura, en la versión de Maribel de Juan para Alianza bolsillo, allá por 1987. No creo que fuera un problema de la nueva traducción, sino tal vez un cierto hartazgo del "tonillo" salingeriano, de su santurronería, o esa búsqueda de la pureza derivada de un cristianismo y un budismo en revoltijo, demasiado cargante ya entonces para mi gusto. Cuando el otro día la vi en una librería de segunda mano, pasados tantos años, y en una nueva edición, tan bonita y retraducida por Carmen Criado para Alianza, la compré por tercera vez, y casi de inmediato la releí oscilando entre el hartazgo de la cuarta vez y el encanto de las primeras. Ahora tendré que explicar por qué en estos momentos ni me apasiona ni me parece condenable.

   Aquí están de nuevo el relato del peregrino ruso, su oración permanente, la religiosidad de los niños Glass, la soberbia y el encanto de Zooey... eso bajo la columna de lo que me fatiga; pero también la agilidad narrativa, las citas maravillosas, los recovecos de unos personajes extraños y distintos. Lo que más me sigue atrayendo es la técnica de Salinger, donde van a beber todos los ríos americanos, un estilo que a su vez proviene de Mark Twain y, sobre todo, de Scott Fitzgerald, si bien se encuentra de una u otra forma también en Hemingway, Steinbeck, McCullers, Capote y todos esos escritores que buscan generar un efecto emocional en el lector. Ninguno lo hace tan descaradamente como Salinger, y ninguno tiene por lo demás tanto éxito. Por otro lado, la gran "sabiduría" de Salinger parece escorarse a una cierta manera de ofrecer los contenidos, aparentando que es el lector quien descubre unos secretos profundísimos y sugeridos de manera alegórica, aunque cualquiera con dos dedos de frente sabría interpretarlos, y más cuando aparecen en cursiva. Salinger es el Jesucristo o "la señora gorda" de la literatura norteamericana, y eso es tanto un elogio como una lacra para quien esto escribe.

   Hay juntaletras que escriben como si los lectores no tuvieran otra cosa más en el mundo que ocuparse de todas y cada una de sus ocurrencias, pero una cosa es la cantidad y otra la calidad, y aunque se puede escribir mucho y bien (como poco y mal) lo más frecuente es que "mucho" vaya de la mano con "aburrido". Monterroso se refería a la sagacidad de Rulfo que con su par de libros dio por concluida su carrera, y lo mismo podríamos decir de Salinger. El hijo y albacea amenaza ahora con dar a la imprenta miles de páginas inéditas y asegura que recibió el encargo de "publicarlo todo". Tengo por seguro que si esa megapublicación se lleva a cabo, los montones de novelas, novelas cortas y cuentos que Salinger pudo estar escribiendo en sus jornadas de seis horas diarias desde los años sesenta hasta su muerte en 2010 significarán el fin del mito. Cuatro libros y un cuento en una revista es suficiente, y está bien que cada cosa esté en su sitio, la novela vendiendo millones todavía, los libros cuentos y novelas cortas sosteniendo su fama de escritor de calidad, el cuento inaccesible sugiriendo la peregrina idea de que aún queda algo interesante por leer de un autor sin errores. Salinger puede gustar más o menos, pero idiota no era, y su decisión más acertada fue escribir poco, corto, comprensible y con tono gracioso y modesto sobre cuestiones tan graves como la felicidad y la religión, la inteligencia y la salud mental, el mundo y el conocimiento verdadero. No necesitamos unas Obras Inéditas con miles de divagaciones y ocurrencias más o menos inspiradas; de hecho, a mí me basta ahora mismo con la mitad de su producción: los Nueve Cuentos, Franny y Zooey y Levantad, carpinteros, la viga del tejado; todo lo demás, incluyendo los relatos más o menos clandestinos pero ya editados y hasta traducidos en castellano, la novela del adolescente ingenioso, la exégesis de Seymour y su carta a los siete años no están en mi lista de futuros en estos momentos. Aunque quién sabe.