Eloísa Fernández Los amantes de la literatura nos movemos en un inmenso laberinto de caminos infinitos en el que se esconden, en medio de mil y una baratijas, espléndidos tesoros que nos llevan a la felicidad. Algunos de esos tesoros están aparatosamente señalizados y es casi obligatorio, inevitable, llegar a ellos: son los clásicos, que nos reclaman sin aspavientos desde su posición de atalayas incuestionables. Otras veces todos los caminantes acudimos en procesión al mismo lugar atraídos por el ruido mediático de un gran éxito de ventas, que no siempre es sinónimo de literatura superficial o mediocre (ahí tenemos el ejemplo reciente de Patria ). En muchas ocasiones nuestros pasos son conducidos por la recomendación, directa o bloguera, de un amigo de cuyo criterio nos fiamos: esos descubrimientos son doblemente gozosos porque refuerzan los lazos de la amistad. Pero hay otras veces en que empezamos a leer un libro sin saber exactamente por qué lo hacemos, por qué, entre la m
CLUB LITERARIO