Benito Arias
Vamos con Flaubert y su mejor libro. No lo había releído desde mi primera vez, allá por el 85. Va a ser verdad que hay lecturas según edades, como defendía Hume, y escritores también. Flaubert es para mayores; resulta demasiado frío para los jóvenes.
Quiero aclarar que no me he enamorado de Emma, a diferencia de Vargas Llosa, del que también he repasado estos días su precioso ensayo "Una pasión no correspondida"; pero entiendo que despierte ensoñaciones calenturientas, es como esas mujeres que lo tienen todo y sin embargo no nos cuajan, con la diferencia de que Emma no lo tiene todo: es caprichosa, cursi, atolondrada y por supuesto manirrota; aunque también simpática y ardiente. Si es tan apasionada en el amor físico es porque vive para el amor, no separa el alma y el cuerpo, hace lo que puede para su época, se aprovecha de esa nulidad que tiene por marido y en general manipula a los hombres, menos a Rodolphe, que la deja en el último momento. Su marido Charles y Léon beben los vientos por ella, y el lector lo entiende por pasajes como éste:
Se desnudaba con violencia, arrancando la cinta estrecha del corsé, que le silbaba alrededor de las caderas como una culebra que pasara escurriéndose. Iba de puntillas a comprobar otra vez que la puerta estaba cerrada y, después, dejaba con un único ademán que toda la ropa cayera junta; y, pálida, callada, seria, se desplomaba contra el pecho de Léon con un prolongado escalofrío (pág. 323)
He leído la traducción de María Teresa Gallego Urrutia en Alba. Es muy buena, aunque la edición de Alianza la sigo conservando por la selección de cartas, y porque fue la primera.
Ya digo que Flaubert no es de mis autores predilectos. Algún día espero terminar su exasperante La educación sentimental, pero lo llevo con calma; los cuentos me dejan indiferente; la correspondencia me resulta monótona y obsesiva, sus otras novelas no llegan al nivel de la que le ha dado fama universal. El libro de Jordi Llovet con fragmentos selectos me gustó mucho, se llama Razones y osadías, y lo editó Edhasa en su colección de aforismos.
¿Está justificada la posición de Madame Bovary en la historia? Por supuesto que sí, es todo un clásico: eso ya lo han dejado claro los críticos profesionales y sus iguales escritores, sobre todo el más autorizado (por adelantado, por extranjero, por altura artística) de entre todos ellos, Henry James. Para mí, es una novela admirable, aunque no me ha absorbido la atención como otras novelas objetivamente peores logran hacer a cada rato. La perfección formal, indiscutible, le resta quizás algo de pulso al relato, y en lugar de una novela sobre nada, parece más bien querer serlo sobre todo: social e íntima, costumbrista y psicológica, moralista y libertina... Eso provoca que uno rechace el aspecto que no le interesa tanto. Un ejemplo es el celebrado capítulo de la feria, que tanto antes como ahora me ha parecido una lata. A cambio, capítulos igualmente célebres como el del paseo en coche por las calles de Ruán me han parecido fantásticos. Mi última queja es el aspecto económico del relato, la detallada jerga legal sobre pagarés y herencias, deudas y temblores, es un apartado necesario, pero fatigoso, seguramente porque en el fuero interno me hallo más cómodo en el bando de los románticos que en el de los realistas. Lo mejor, lo más perdurable de todo, es el retrato de esa mujer que, mientras leía, se me antojaba tener al lado, inmersa en sus folletines y presa de la agitación, como si fuera a encontrarse al caer de la noche con su amante.
¿Está justificada la posición de Madame Bovary en la historia? Por supuesto que sí, es todo un clásico: eso ya lo han dejado claro los críticos profesionales y sus iguales escritores, sobre todo el más autorizado (por adelantado, por extranjero, por altura artística) de entre todos ellos, Henry James. Para mí, es una novela admirable, aunque no me ha absorbido la atención como otras novelas objetivamente peores logran hacer a cada rato. La perfección formal, indiscutible, le resta quizás algo de pulso al relato, y en lugar de una novela sobre nada, parece más bien querer serlo sobre todo: social e íntima, costumbrista y psicológica, moralista y libertina... Eso provoca que uno rechace el aspecto que no le interesa tanto. Un ejemplo es el celebrado capítulo de la feria, que tanto antes como ahora me ha parecido una lata. A cambio, capítulos igualmente célebres como el del paseo en coche por las calles de Ruán me han parecido fantásticos. Mi última queja es el aspecto económico del relato, la detallada jerga legal sobre pagarés y herencias, deudas y temblores, es un apartado necesario, pero fatigoso, seguramente porque en el fuero interno me hallo más cómodo en el bando de los románticos que en el de los realistas. Lo mejor, lo más perdurable de todo, es el retrato de esa mujer que, mientras leía, se me antojaba tener al lado, inmersa en sus folletines y presa de la agitación, como si fuera a encontrarse al caer de la noche con su amante.
De ese jaez y con la misma temática, me gustó más "Effi Briest", de Fontana. Y por supuesto, "Ana Karenina". Pero es cuestión de gustos.
ResponderEliminarYo también prefiero Ana Karenina ;)
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