Benito Arias
Este libro de J. D. Salinger parece una reunión de dos relatos pero es una novela corta con dos escenas relacionadas a través de los personajes, el primero es Franny Glass, una de las hermanas de la familia Glass, a la que pertenece igualmente su hermano Zooey Glass, el segundo en el título, así como Seymour Glass, de amplia presencia en la obra de Salinger. Pero aunque Seymour es el personaje más desarrollado por su creador (también indirectamente en esta novela), en Franny y Zooey va a centrarse en los hermanos menores de la numerosa familia de niños prodigio.
Franny y Zooey se publicó en 1961, creo que su primera traducción al español es la de Pilar Giralt para Bruguera, un libro que compré en librería de segunda mano a mediados de los 80 del siglo pasado, y lo hice sin muchos datos, ya que los libros de este autor nunca han recogido información ni presentaciones, y yo sólo lo había oído nombrar. Supongo que estaría barato, o tal vez me gustaron sus primera líneas, puede que las dos cosas. El caso es que lo leí directamente ese mismo día y luego una segunda vez, ya completamente convertido a la religión salingeriana, un par de meses después, y por fin una tercera al año siguiente. Empezar a leer a Salinger a cierta edad es como llegar a la Luna, todo un éxtasis, y eso que esta es la novela menos reconocida de su producción; por lo general, todo el mundo empieza por El guardíán entre el centeno (1951), y los más selectos por los Nueve Cuentos (1953), la obra para iniciados y conocedores es Levantad carpinteros la viga maestra (1955), y las menos leídas y apreciadas Seymour, una introducción (1959) y, obviamente, Hapworth 16, 1924 (1965). Para mí, aun habiendo leído todo lo suyo varias veces, Salinger es y será siempre el autor de esta novelita, porque fue la primera, porque despierta tormentas emocionales muy positivas y deja buen cuerpo, porque técnicamente es consciente de sus defectos y también de sus maravillosos aciertos, porque se bebe más que se lee, y porque tiene todo el peligro y la fascinación de las obras únicas llamadas a cambiar el estilo de los escritores cachorros, como lo ha venido haciendo en Estados Unidos desde mediados del siglo pasado y hasta hoy.
Sin embargo, hubo un tiempo en que el idilio se interrumpió con la cuarta relectura, en la versión de Maribel de Juan para Alianza bolsillo, allá por 1987. No creo que fuera un problema de la nueva traducción, sino tal vez un cierto hartazgo del "tonillo" salingeriano, de su santurronería, o esa búsqueda de la pureza derivada de un cristianismo y un budismo en revoltijo, demasiado cargante ya entonces para mi gusto. Cuando el otro día la vi en una librería de segunda mano, pasados tantos años, y en una nueva edición, tan bonita y retraducida por Carmen Criado para Alianza, la compré por tercera vez, y casi de inmediato la releí oscilando entre el hartazgo de la cuarta vez y el encanto de las primeras. Ahora tendré que explicar por qué en estos momentos ni me apasiona ni me parece condenable.
Aquí están de nuevo el relato del peregrino ruso, su oración permanente, la religiosidad de los niños Glass, la soberbia y el encanto de Zooey... eso bajo la columna de lo que me fatiga; pero también la agilidad narrativa, las citas maravillosas, los recovecos de unos personajes extraños y distintos. Lo que más me sigue atrayendo es la técnica de Salinger, donde van a beber todos los ríos americanos, un estilo que a su vez proviene de Mark Twain y, sobre todo, de Scott Fitzgerald, si bien se encuentra de una u otra forma también en Hemingway, Steinbeck, McCullers, Capote y todos esos escritores que buscan generar un efecto emocional en el lector. Ninguno lo hace tan descaradamente como Salinger, y ninguno tiene por lo demás tanto éxito. Por otro lado, la gran "sabiduría" de Salinger parece escorarse a una cierta manera de ofrecer los contenidos, aparentando que es el lector quien descubre unos secretos profundísimos y sugeridos de manera alegórica, aunque cualquiera con dos dedos de frente sabría interpretarlos, y más cuando aparecen en cursiva. Salinger es el Jesucristo o "la señora gorda" de la literatura norteamericana, y eso es tanto un elogio como una lacra para quien esto escribe.
Hay juntaletras que escriben como si los lectores no tuvieran otra cosa más en el mundo que ocuparse de todas y cada una de sus ocurrencias, pero una cosa es la cantidad y otra la calidad, y aunque se puede escribir mucho y bien (como poco y mal) lo más frecuente es que "mucho" vaya de la mano con "aburrido". Monterroso se refería a la sagacidad de Rulfo que con su par de libros dio por concluida su carrera, y lo mismo podríamos decir de Salinger. El hijo y albacea amenaza ahora con dar a la imprenta miles de páginas inéditas y asegura que recibió el encargo de "publicarlo todo". Tengo por seguro que si esa megapublicación se lleva a cabo, los montones de novelas, novelas cortas y cuentos que Salinger pudo estar escribiendo en sus jornadas de seis horas diarias desde los años sesenta hasta su muerte en 2010 significarán el fin del mito. Cuatro libros y un cuento en una revista es suficiente, y está bien que cada cosa esté en su sitio, la novela vendiendo millones todavía, los libros cuentos y novelas cortas sosteniendo su fama de escritor de calidad, el cuento inaccesible sugiriendo la peregrina idea de que aún queda algo interesante por leer de un autor sin errores. Salinger puede gustar más o menos, pero idiota no era, y su decisión más acertada fue escribir poco, corto, comprensible y con tono gracioso y modesto sobre cuestiones tan graves como la felicidad y la religión, la inteligencia y la salud mental, el mundo y el conocimiento verdadero. No necesitamos unas Obras Inéditas con miles de divagaciones y ocurrencias más o menos inspiradas; de hecho, a mí me basta ahora mismo con la mitad de su producción: los Nueve Cuentos, Franny y Zooey y Levantad, carpinteros, la viga del tejado; todo lo demás, incluyendo los relatos más o menos clandestinos pero ya editados y hasta traducidos en castellano, la novela del adolescente ingenioso, la exégesis de Seymour y su carta a los siete años no están en mi lista de futuros en estos momentos. Aunque quién sabe.