viernes, 28 de junio de 2024

WAHT IS ANYTHING? Memoirs of a Life in Lovecraft (S. T. Joshi, 2023)

 

 

Benito Arias

   Si alguien siente alguna curiosidad por saber cómo es "una vida en Lovecraft", esto es, una vida de erudición consagrada a la figura de H. P. Lovecraft, puede consultar o leer estas memorias del muy productivo S. T. Joshi (nacido en 1958), de origen hindú pero criado y nacionalizado estadounidense. Se trata de un estudioso mundialmente reconocido por sus trabajos en el terreno de la weird fiction, siendo "weird" un vocablo que se atribuye a la propia obra de Lovecraft y a la literatura fantástica más o menos emparentada con él. Hoy se habla al menos en parte de "new weird" para calificar a las variantes que añaden ingredientes de fantasía o de ciencia ficción al conocido como "horror cósmico" lovecraftiano, u "horror material" porque el efecto terrorífico está ligado a deidades y monstruosidades que causan un indecible espanto ("indecible" o "inexpresable" -unutterable- es un término muy querido por ambos, Lovecraft y Joshi). Lovecraft continúa (y banaliza) la corriente iniciada con Poe y se desmarca del fantástico atmosférico que encontramos en la "ghost story" británica, o en la literatura extraña o surrealista de otros autores más inclinados a inquietar que a horrorizar. Los modelos de Lovecraft son Poe, Arthur Machen, Algernon Blackwood y algo de Lord Dunsany para su vertiente onírica; por otro lado, los autores más o menos emparentados con Lovecraft serán sus contemporáneos Robert E. Howard, Clark Ashton Smith (con ellos hay una especie de simbiosis en un trío con características comunes y propias al mismo tiempo) y, más cerca de nuestros días, Ramsey Campbell (en hiperbólica opinión de S. T., nada menos que el mejor autor vivo del género "y tal vez de la historia") y Thomas Ligotti. La legión de imitadores queda atestiguada por la cantidad de antologías inspiradas en los llamados Mitos de Cthulhu, a menudo de calidad ínfima.

   Pues bien, en resumidas cuentas, éste es el campo de S. T. Joshi, ya que su vida como tal tiene pocas aventuras, si quitamos la vez en que se llevó un libro de una biblioteca para fotocopiarlo a escondidas, o aquella otra en que se aprovechó de una máquina en mal estado para sacar montones de copias de microfilms a bajo precio. Tras pasar por la universidad, donde a medida que se especializa en lenguas clásicas descubre a H. P., llegará un momento en que deba elegir entre la vida del profesor universitario o la del erudito freelance. Se decide por esto último y empieza a dar tumbos por todas y cada una de las bibliotecas que en su país tienen cartas, manuscritos u obras originales e inencontrables de Lovecraft, cómo no, pero también de Ambrose Bierce y otros autores que le interesan especialmente, como H. L. Mencken y hasta Robert Aickman (del que llega a teclear a partir del manuscrito una novela inédita, Go Back at Once, que no logra editar). La cantidad de papeles que confiesa haber consultado es impresionante, en el caso de Lovecraft se le debe como es notorio la edición cotejada con los manuscritos de todos sus relatos, poemas, ensayos y especialmente su correspondencia (ingente), y a esto hay que sumar bibliografías de bastantes autores, ediciones recopilatorias de crítica sobre Lovecraft y otros, revistas, actas de congresos... En fin, a su entender son unos 400 libros, teniendo en cuenta que suele editar y reeditar muchas veces lo mismo y que considera libro propio cualquier cosa que haya sido editada por él (si prepara un libro de un autor olvidado, y lo reedita incluso sin prólogo ni notas, ya es un libro de S. T. Joshi a estos efectos), y en parte tiene derecho, cómo no.

   La portada de las memorias no es muy afortunada, y predispone a considerar la vida a la que se refiere en tonos más bien grises y oscuros. Esa impresión es correcta. Sus polémicas, en las que no profundiza, resultan algo vacuas, y como humano muy humano parece no haber ofensa que olvide, ni elogio que le parezca suficiente. Un problema es que, siendo crítico, a menudo cambia de opinión, algo más que normal (lo que no se entiende es que Aickman cada vez le interese menos, pero Campbell cada vez más, como ejemplo de estos cambios de opinión). No ha cambiado la idolatría de Su Autor, al que siempre defenderá con pluma y espada. La polémica con el buen Charles Baxter sobre la calidad literaria de H. P. es digna de rastreo, no se dan muchas pistas en las memorias, pero en la Red está todo. Tampoco aceptará obviamente las exageradas críticas de Edmund Wilson en los años '40, que seguramente influyeron en la travesía por el desierto por la que hubo de cruzar Lovecraft hasta los años '80, pero aunque no le encargan a él la edición, sí son sus textos lo que llegarán ya a inicios de este siglo al volumen de Library of America (un único volumen de relatos a cargo de Peter Straub, pero guiado por S. T. en la sombra), un hecho que supone la aceptación del autor dentro del corpus de las letras americanas. Sin duda, si alguien ha hecho méritos para esta aceptación del valor literario de Lovecraft ha sido este estudioso, que lo sabe todo de Su Autor, y lo ha sacado del ghetto con sus ediciones en Penguin Classics.

   Estas memorias no tienen demasiadas virtudes literarias, y el propio S T. reconoce que no es buen escritor, aunque publique alguna novela de detectives que otra. El estilo, en efecto, es periodístico y plano, lo que cuenta es a menudo aburrido y repetitivo, sólo apto para fantáticos de estos temas, interesados en saber cuántas ediciones ha preparado para Penguin o qué autores ha rescatado para Hippocampus o Centipede Press. Pura adrenalina.

   Cuando ocasionalmente se sale de Su Tema, nos habla de interpretación musical (es violinista, cantante y compositor, aunque le gusta mucho Corelli), así como de sus dos esposas o de sus gatos; pero tampoco transmite mucha pasión en estos campos, bueno tal vez sí por la música y bastante por los gatos. Por lo demás, conoce a medio mundo en el género, pero no nos deja ni una anécdota que recordar (sólo cuando se refiere a la muerte de Wilum Pugmire deja un atisbo de emoción en el par de párrafos que le otorga); los congresos y convenciones son mediocres aunque el tema sea lo fantástico (lo más animado en este caso será una pelea alrededor del sempiterno tema del racismo en Lovecraft y algún intento de cancelación del que logra defenderlo con gran eficacia). En cuanto al trabajo fundamental de Joshi, que es encontrar, leer y sobre todo copiar manuscritos y libros para sus reediciones (decenas de volúmenes de Ambrose Bierce o H. L. Mencken en autoediciones vía Amazon, por ejemplo) no transmiten la pasión del coleccionista, porque se revela en todo momento como un erudito, no un bibliófilo, y a veces ni siquiera parece un apasionado del género. Se diría que practica el arte de leer de corrido y como quien rema en galeras cientos y miles de páginas para seleccionar algo que poder editar con su nombre o algo que resumir en sus múltiples panoramas históricos o en esas monografías que redacta en unos pocos meses.

   En el Epílogo, como reconocido narcisista que es, se pregunta qué quedará de él en la Historia, y concluye que las ediciones corregidas y su enorme biografía de Lovecraft, su historia del género de terror, su historia del ateísmo y las ediciones de Bierce, Dunsany y demás autores weird. Estas memorias no creo que lleguen a tan selecto grupo.