Benito Arias
Tenemos una novedad de Coetzee en primicia mundial. Se ha publicado antes en Argentina; pero ha aparecido también en España por un acuerdo entre El Hilo de Ariadna y Penguin pocos meses después. La traducción es de Elena Marengo, muy buena, con algunos argentinismos que se entienden sin problemas. El autor, que mantiene una buena relación con la Argentina, ha decidido que se edite antes en español y en tierras sudamericanas que en inglés. Una novedad de Coetzee es siempre una buena noticia. Si se trata además de una continuación de su novela Elizabeth Costello, mucho más, porque esa fue una de las cumbres de la impresionante cordillera en que se ha convertido su obra, todas de considerable altura, desde la primera novela publicada hasta esta pequeña colección de obras maestras del cuento.
Al parecer Elizabeth Costello es un trasunto del autor; pero no al modo de su alter-ego autobiográfico en las Escenas de una vida de provincias, sino de un modo aún más distanciado y ficticio. En primer lugar por ser mujer y madre de dos hijos, aunque también es novelista, conocida por una novela donde recrea la historia de Molly Bloom, mientras que el propio Coetzee ha recreado a su vez temas de Robinson Crusoe y ha tomado a Dostoievski como personaje en otras novelas suyas. En estos cuentos, muy cultos, metaliterarios y filosóficos, también asoman otras referencias queridas de Coetzee, como Musil o Chéjov.
El cuento más antiguo, "Una mujer que envejece", fue escrito entre 2003-2007 y ya era conocido, supongo que otros lo serán también, pero de un modo muy restringido, ya que Coetzee no da conferencias al uso, sino que suele leer algún texto de ficción en sus escasas apariciones públicas. Los más recientes abren ("El perro) y cierran ("El matadero de cristal") la colección. Este último, por cierto, lo dio a conocer en Madrid y es el que continúa más claramente la novela de Costello.
Personalmente, no puedo minimizar la importancia de Elizabeth Costello, ya que es uno de esos diez libros que llevaría a cualquier sitio, y uno de los que más influencia han tenido en mi vida. A esta influencia en general alude por cierto su hija Helen cuando la percibe en horas bajas; pero ella elude ese intento de reconfortarla comparando su trabajo con el de la mosca patilarga de agua (pág. 51) que traza bellas figuras en el agua aunque sólo está cazando.
Entre los cuentos los hay muy breves y episódicos. No por ello son peores, simplemente no han sido desarrollados. "El perro" narra los encuentros de Elizabeth con un agresivo animal tras una verja y el fallido intento de reconciliación con él a través de sus amos intratables. "Vanidad" gira alrededor de una debilidad de la protagonista, que se cambia el peinado, y la reacción que ocasiona en su familia. "Una historia" es un relato de infidelidad, que se supone alude a un episodio de la vida de Elizabeth, y es uno de los más estremecedores. Mantiene un magnífico diálogo con La consumación del amor de Musil, a pesar de los deliberados equívocos introducidos con el nombre de su protagonista (¿"Celeste"? ¿la "Clarisse" de El hombre sin atributos? No, en realidad, Claudine), lo que es la clave del relato.
"La anciana y los gatos", seguido de "Mentiras", componen un pequeño ciclo sobre los últimos días de Elizabeth Costello. Se halla instalada en una aldea casi despoblada castellana, San Juan Obispo, y se ha convertido en una extranjera que acumula gatos en su casa. También cuida de un hombre del lugar, exhibicionista y con algo de retraso. Su razonable hijo John intenta convencerla de que abandone el lugar y consienta vivir en una residencia de lujo. Naturalmente, no lo consigue. En "Mentiras" explica por carta cómo no ha sido capaz de hacerla enfrentarse a la verdad que todos ellos conocen.
El último cuento moral, "El matadero de cristal" recopila una serie de escritos diversos de Elizabeth Costello sobre los animales, así que entronca directamente con el hilo conductor de la novela homónima. El personaje, que a lo largo de este libro de cuentos se encontraba mayormente en sus últimos años, siempre en crisis, da muestras de una enfermedad neurológica, pierde la memoria y tiene ausencias. Le manda a su fiel interlocutor, su hijo John, algunos escritos que no querría se perdiesen. De nuevo tenemos reflexiones sobre los mataderos, el alma de los animales, la frialdad racional de los filósofos con respecto a la vida animal (Descartes y Heidegger), las paradojas de la razón, la empatía y la compasión. Las escenas narrativas son impactantes; los diálogos, con sus reflexiones, totalmente necesarios. Un libro no se mide por la cantidad de páginas que posee, ni por la coherencia, ni por el género. En todos esos aspectos, la nueva aportación de Coetzee podría ser minusvalorada, ya que los cuentos no son precisamente el género más valorado, y tampoco se trata de relatos en el sentido canónico (es decir, al modo de Chéjov o Quiroga) sino que más bien se construyen por acumulación de fragmentos y retazos. Encima, el libro es muy pequeño, apenas 100 páginas. Aun así, no creo que haya nada mejor en las mesas de novedades de este mes de mayo, o en los meses pasados, o en los venideros.
Entre las múltiples lagunas que tengo sobre la literatura contemporánea, quizá la de Coetzee sea la más clamorosa: solo he leído de él el arranque de una novela, "Esperando a los bárbaros", no me llamó la atención y la dejé (seguramente porque la cogí sin convicción, ya que es raro que no termine una novela). De todos los lectores suyos que conozco, ninguno lo baja de excelente, de modo que tendré que recuperarlo, y ya veo que "Elizabeth Costello" va a ser la mejor puerta de entrada. Menos mal que en casa hay nutrida representación de Coetzee y no falta este.
ResponderEliminarTal vez su mejor novela en sentido tradicional sea "Desgracia", "Elizabeth Costello" es la más ensayística. Por cierto, la primera que intenté leer suya también fue "Esperando a los bárbatos", y la abandoné en aquel entonces.
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