Mayte Padilla
Me gusta mucho lo que escribe Javier Cercas y me gusta mucho cómo lo escribe. Con El monarca de las sombras vuelve a cumplirse esta doble afirmación. Su última novela narra la historia de su tío-abuelo, Manuel Mena, que siendo adolescente se afilió a Falange Española y murió a los dicinueve años, combatiendo como alférez provisional del ejército franquista durante la batalla del Ebro.
Como en varias de sus obras más reconocidas (en Anatomía de un instante fue Adolfo Suárez; en Soldados de Salamina, Rafael Sánchez Mazas), Cercas vuelve a tomar a un personaje real, que se enfrenta a un momento decisivo en su vida o en la historia, e intenta indagar en su pasado para aclarar las motivaciones que explican dicha decisión. De ese modo, el libro se convierte en una historia real con apartados imaginados, o en una ficción con (documentadísima) base real: el autor ha explicado a menudo que no concibe la escritura sin esta mezcla.
Esta forma narrativa me fascina: la manera en que el escritor deviene en periodista, historiador, psicólogo, cuentista,... confiere al libro una amenidad impensable. Cercas baila entre las fuentes escritas, haciendo parecer fácil lo que no lo es (como sabe cualquiera que haya intentado investigar en un archivo), y las fuentes orales, y hábilmente, se van entremezclando la Historia y las historias de un galería de personajes que reflejan lo que es y ha sido España, a nivel sociológico, en las últimas décadas: esa madre emigrada obsesionada por lo que pasará con la casa de su infancia, esos nietos juguetones que saben ir a lo suyo sin perder de vista a los mayores, ese rústico vecino que ha construido una vida sin hablar nunca de la muerte de su padre, esos pueblos moribundos del interior, esa contradicción catalana,...
No caigamos en el error de pensar que es otra novela sobre la guerra civil. Al igual que ocurre con Anatomía de un instante o El impostor, el marco histórico y cronólógico, exhaustivamente recreado, es sólo una excusa para que Cercas escriba, fantasee sobre el papel de la memoria y la figura del héroe. No por casualidad saca sus títulos de la literatura griega clásica (y además los explica, cosa que los lectores no-tan-cultos, como yo, le agradecemos profundamente). Su auténtica preocupación es moral: ¿qué hace que una persona sea un héroe?, ¿hasta qué punto acomodamos los recuerdos a nuestra conveniencia?, ¿hasta qué punto un ideal puede dirigir nuestra vida?, ¿existe diferencia entre el bien y el mal?, ¿se puede hacer el bien desde el lado equivocado?
La indagación más compleja sobre el asunto, a mi entender, la realizó en su novela sobre Enric Marco, el falso superviviente de Mauthausen, un personaje que, por motivos personales, me resulta perturbador. ¿Se puede ser un mentiroso por el bien común? En esta novela la disyuntiva es menos compleja, pero más polémica por tratarse de los temas de los que se trata, y ha llevado incluso a que se acuse a Cercas de revisionista: ¿había franquistas “buenos”?, ¿hubo perdedores en el bando franquista?, y sobre todo, en último término, ¿qué es más importante, estar en el bando correcto o actuar éticamente de acuerdo a tus valores personales? El criterio que usa Cercas para responder a esta pregunta me parece correcto: Mena, a diferencia de Marco, no consiguió beneficio personal por estar en el bando ganador de la guerra, ergo, su comportamiento sí puede ser ético.
Efectivamente, Manuel Mena pertenece al bando que inició la guerra, se dejó manipular por el falangismo, y manipuló a otros (interesantísimo el manuscrito de su intervención ante camisas viejas), se alzó contra el gobierno republicano y murió matando a otros jóvenes como él, contribuyendo así a la instauración de la dictadura. Sin embargo, como Cercas averigua (o quiere hacernos ver que ha averiguado, porque en ese punto el testimonio es frágil, tanto como la memoria de un nonagenario), Manuel no se beneficia de nada de esto, y de hecho no va a la guerra (o al menos no a la batalla del Ebro, cuando ya es un soldado experimentado y sabe a lo que va) por unos ideales (erróneos), o por querer ser un héroe, un Aquiles victorioso. Va a la guerra por obligación, para evitar que vaya su hermano, y no presume de heroísmo alguno, sino sólo del amor familiar que, parece decir al final Cercas, vale más que cualquier medalla.
Como en varias de sus obras más reconocidas (en Anatomía de un instante fue Adolfo Suárez; en Soldados de Salamina, Rafael Sánchez Mazas), Cercas vuelve a tomar a un personaje real, que se enfrenta a un momento decisivo en su vida o en la historia, e intenta indagar en su pasado para aclarar las motivaciones que explican dicha decisión. De ese modo, el libro se convierte en una historia real con apartados imaginados, o en una ficción con (documentadísima) base real: el autor ha explicado a menudo que no concibe la escritura sin esta mezcla.
Esta forma narrativa me fascina: la manera en que el escritor deviene en periodista, historiador, psicólogo, cuentista,... confiere al libro una amenidad impensable. Cercas baila entre las fuentes escritas, haciendo parecer fácil lo que no lo es (como sabe cualquiera que haya intentado investigar en un archivo), y las fuentes orales, y hábilmente, se van entremezclando la Historia y las historias de un galería de personajes que reflejan lo que es y ha sido España, a nivel sociológico, en las últimas décadas: esa madre emigrada obsesionada por lo que pasará con la casa de su infancia, esos nietos juguetones que saben ir a lo suyo sin perder de vista a los mayores, ese rústico vecino que ha construido una vida sin hablar nunca de la muerte de su padre, esos pueblos moribundos del interior, esa contradicción catalana,...
No caigamos en el error de pensar que es otra novela sobre la guerra civil. Al igual que ocurre con Anatomía de un instante o El impostor, el marco histórico y cronólógico, exhaustivamente recreado, es sólo una excusa para que Cercas escriba, fantasee sobre el papel de la memoria y la figura del héroe. No por casualidad saca sus títulos de la literatura griega clásica (y además los explica, cosa que los lectores no-tan-cultos, como yo, le agradecemos profundamente). Su auténtica preocupación es moral: ¿qué hace que una persona sea un héroe?, ¿hasta qué punto acomodamos los recuerdos a nuestra conveniencia?, ¿hasta qué punto un ideal puede dirigir nuestra vida?, ¿existe diferencia entre el bien y el mal?, ¿se puede hacer el bien desde el lado equivocado?
La indagación más compleja sobre el asunto, a mi entender, la realizó en su novela sobre Enric Marco, el falso superviviente de Mauthausen, un personaje que, por motivos personales, me resulta perturbador. ¿Se puede ser un mentiroso por el bien común? En esta novela la disyuntiva es menos compleja, pero más polémica por tratarse de los temas de los que se trata, y ha llevado incluso a que se acuse a Cercas de revisionista: ¿había franquistas “buenos”?, ¿hubo perdedores en el bando franquista?, y sobre todo, en último término, ¿qué es más importante, estar en el bando correcto o actuar éticamente de acuerdo a tus valores personales? El criterio que usa Cercas para responder a esta pregunta me parece correcto: Mena, a diferencia de Marco, no consiguió beneficio personal por estar en el bando ganador de la guerra, ergo, su comportamiento sí puede ser ético.
Efectivamente, Manuel Mena pertenece al bando que inició la guerra, se dejó manipular por el falangismo, y manipuló a otros (interesantísimo el manuscrito de su intervención ante camisas viejas), se alzó contra el gobierno republicano y murió matando a otros jóvenes como él, contribuyendo así a la instauración de la dictadura. Sin embargo, como Cercas averigua (o quiere hacernos ver que ha averiguado, porque en ese punto el testimonio es frágil, tanto como la memoria de un nonagenario), Manuel no se beneficia de nada de esto, y de hecho no va a la guerra (o al menos no a la batalla del Ebro, cuando ya es un soldado experimentado y sabe a lo que va) por unos ideales (erróneos), o por querer ser un héroe, un Aquiles victorioso. Va a la guerra por obligación, para evitar que vaya su hermano, y no presume de heroísmo alguno, sino sólo del amor familiar que, parece decir al final Cercas, vale más que cualquier medalla.
Comparto absolutamente tu magnífica opinión de la novela y me ha encantado tu comentario.
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