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AMPLIACIÓN DEL CAMPO DE BATALLA (Michel Houellebecq, 1994)


Benito Arias

   Después de haber pasado por el resto de sus libros, con más o menos entrega, dependiendo de los casos, he vuelto a la primera obra en prosa de Houellebecq, publicada en 1994, y que él dice es una novela ("una sucesión de anécdotas en las que yo soy el héroe", pág. 18); pero que es aún menos novela que el resto de sus muy poco novelísticos libros. En realidad es como casi siempre una confesión o un diario ficticio, en línea con sus otras variaciones sobre la "narrativa del yo"; si acaso aún más impura como narración que las posteriores. De hecho, encontramos en Ampliación menos intentos por arropar las divagaciones del personaje central con sucesos, más peso de los sueños, excursos y hasta fábulas alegóricas insertas (muy curiosas), hay más espontaneidad y con ella más defectos, exageraciones y algo de relleno. Es un Houellebecq en estado naciente.
   No es el que más me gusta de sus libros, pero tampoco el que menos, y me ha sorprendido que lo recordaba tristón y pesimista, y sí que lo es; pero en esta relectura he visto también sencillez y un inicio de superación del pesimismo que me había pasado desapercibido. Adelanto que ese posible despegue tras una depresión que pone al narrador al borde de la muerte es el mismo que el descrito por Francis Scott Fitzgerald en su The Crack-Up, es decir: el poder de lo sensible, el abandono de la reflexión y el abrazo a los placeres de la vida.
   Pero el grueso de la novela (bastante corta, sólo 174 páginas) transita por los enfangados corredores de una mente en la que ha desaparecido el gusto por la existencia. El trabajo como ingeniero de sistemas informáticos le trae al fresco, le da igual vivir en París o en otras ciudades a las que debe trasladarse para dar cursillos, no tiene amigos ni novia, lleva dos años sin mujeres, sus contactos más íntimos son con un ex compañero de estudios, ahora cura, y un compañero de trabajo que sólo desea amor y sexo pero que es tan feo (repulsivo, en realidad) que le resulta imposible obtener ni lo uno ni lo otro. La descripción de esta relación, las salidas por Ruán con el sapo Raphaël, son tal vez lo mejor de la novela y el momento álgido de la "trama", ya que nuestro muy deprimido y nihilista personaje actúa como una especie de Frankenstein hasta hacer de su colega un asesino en potencia.
   Por lo demás, aquí tenemos al muy incorrecto Houellebecq en todo su esplendor. No faltan las referencias negativas al trabajo, a la mujer manipuladora, al psicoanálisis, al feminismo, a los negros, a los adolescentes o a los clochards, y positivas tan solo al tabaco, el sexo sin complicaciones, los antidepresivos y el alcohol. La raíz del conflicto lo expone con ingenua simplicidad: "Hay un sistema basado en la dominación, el dinero y el miedo, un sistema más bien masculino, que podemos llamar Marte; y hay un sistema femenino basado en la seducción y el sexo, que podemos llamar Venus. Y eso es todo." (pág. 165). Puro Houellebecq.

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